Viernes y Sábado de 9 AM. a 18 PM.
Autor: Museo de Arte Sacro
Fecha: 22 de diciembre de 2020
Sentir el idioma guaraní como un legado de privilegio es lo que busca Nancy Ovelar con su novela histórica Ojo de Mar. En esta obra nuestra cultura autóctona es protagonista.
Nancy Ovelar siempre sintió gran admiración y una especie de curiosidad por esa cualidad que tiene el guaraní de haber sobrevivido tantos años, especialmente por tratarse de una lengua dinámica, que está muy viva a pesar de que en algunas zonas urbanas se dan grupos de jóvenes que no lo hablan, pero, a la vez, hay como un despertar de la lengua. “Yo soy guaraní hablante de cuna, aprendí las dos lenguas al mismo tiempo. Para mí, el guaraní es una emoción constante y lo asocio con la cultura, a la expresión poética y musical. Creo que son los mejores vehículos para transmitir la lengua”, comenta.
Confiesa su enamoramiento perpetuo con el guaraní. Y cuando un día descubrió el Ojo de Mar, un lago escondido en Bella Vista Norte, departamento del Amambay –a unos 35 km del casco urbano de BellaVista– le pareció un lugar mágico, lleno de misterio, que la inspiró y, al instante, lo relacionó con la lengua guaraní. Y así se originó esta novela histórica editada por Servilibro y presentada a principios del mes pasado en el Museo de Arte Sacro de la Fundación Nicolás Latourrette Bo.
Hechos reales
La autora toma hechos reales ocurridos en nuestro país y, sobre todo, que visibilizan a la nación guaraní: la civilización de los karios guaraní: “Una civilización que nos legó una lengua, que, aunque intangible, es mucho más profunda, porque construir una lengua requiere de una fuerza creadora enorme. Y el guaraní, como lengua activa, donde el hablante tiene el poder, es una herencia colosal”.
Como nación –considera la autora– todavía no le hemos sacado provecho, en términos culturales, inclusive de desarrollo, a nuestra lengua guaraní. “Paraguay puede mostrar al mundo con orgullo su lengua amerindia que, a pesar del menosprecio de su coexistencia con el castellano –la lengua del prestigio social–, el guaraní sigue vivo en la comunicación cotidiana. En la coexistencia se va expresando”.
Para Ovelar no existen las lenguas puras y lo mismo le pasó al castellano, que heredó muchas palabras árabes resultado de los 800 años de ocupación en la península ibérica. En esa interdependencia, los idiomas se van relacionando, enriqueciendo y creando nuevos vocablos para nombrar las cosas. “Lo que trato es visibilizar eso y asociarlo a un lugar que para mí tiene un enorme encanto y misterio y, por ejemplo, unir hechos históricos. Sobre todo, resaltarlos como un símbolo de resistencia”.
De hecho, uno de los personajes de la novela es el cacique Arakarê, quien fue ahorcado por los españoles porque se negaba a formar parte del ejército de conquistadores que debían acompañar a Álvar Núñez Cabeza de Vaca para ir al Alto Perú en busca de oro. Los españoles se tuvieron que conformar con los maizales porque aquí no había oro. Pero no cejaban en su intento de buscar metales preciosos, aunque los indígenas se resistían.
“La obra también pretende desmitificar la buena relación entre indígenas y españoles. Revela la parte de la historia que no se cuenta, porque aquí corrió sangre”, sostiene.
La india Juliana
Otra historia rescatada es la de la india Juliana, quien fue la primera mujer que se rebela y, en un grito de protesta y libertad, trata de sublevar a las mujeres que fueron entregadas como “esposas” a los españoles y, finalmente, también, mata a su marido, Nuño Cabrera. “Eso consta en los libros de historia. Cuento ese tipo de historias, aunque también mezclo un poco de ficción para producir una nueva versión de la historia guaraní”, afirma.
La autora dice que sobre hitos históricos poco visibilizados se construye un relato de ficción. “Pero el tronco principal de la obra es la historia del encuentro de dos culturas, en la que una de ellas es la dominante, pero la dominada es la que consigue imponer su idioma y eso resiste por más de 500 años”.
Ovelar comenzó a escribir Ojo de mar hace cinco años. Las ideas que le surgían por las noches o en la madrugada, ella las plasmaba en el papel, generalmente, por las tardes. “Pero no era una escritura fluida”. El libro estuvo listo para su lanzamiento en marzo de este año, pero debido a la pandemia se tuvo que suspender hasta que, por fin, cuando se pudo volver a realizar actividades presenciales, fue lanzado en la Villa Lina el 5 de noviembre pasado. “Quiero aprovechar para agradecer a Vidalia Sánchez, de Servilibro, y a Nicolás Latourrete Bo por prestarnos su casa mágica”.