Viernes y Sábado de 9 AM. a 18 PM.
Autor: Museo de Arte Sacro
Fecha: 24 de noviembre de 2020
Los rostros de Cristo
Las situaciones que enfrentó Jesucristo durante toda la vida, pasión, muerte y resurección están presentes en todo el calendario litúrgico y especialente en la Semana Santa. Esos rostros se reflejan como ninguno en las joyas del barroco hispano-guaraní.
Las expresiones de Cristo reflejan los más diversos sentimientos y advocaciones en el ritual de la Iglesia Católica Apostólica Romana desde sus comienzos. Y en nuestro país, esas reproducciones cobraban forma con los integrantes de las órdenes de los Jesuitas y franciscanos y, luego, con el arte popular.
Dentro del acervo del Museo de Arte Sacro de Asunción, que acaba de celebrar en cuarentena (el festejo tuvo que ser postergado) su décimo aniversario de creación, se pueden observar esas valiosas piezas.
Y como la circunstancia que vive el país obliga a mantenernos en casa, solo resta realizar un recorrido fotográfico o virtual de estas inocografías plasmadas en madera policrommada de los siglos XVII y XVIII. Todas estas pieza están expuestas en forma permanente y pertenecen a la Fundación Nicolás Darío Latourrette Bo, que hace una década se encargó de restaurar la Villa Lina para sede del centro cultural.
Cómo se nos muestra a Jesús
Siguiendo las explicaciones del museólogo Luis Lataza y los materiales explicativos que se encuentran en el museo, pasamos a describir las distintas representaciones de Cristo:
Cristo en el Huerto de Getsemaní. Esta talla muestra a un Jesús “angustiado, arrodillado en oración, eleva sus ojos hacia el Cielo pidiendo clemencia”. Corresponde a una imagen hecha en madera policromada del
siglo XVII. Se origina en el hecho de que Cristo, después de tres años de haber predicado con parábolas, ejemplos y milagros, es recibido triunfalmente en Jerusalén. “Ahí presiente que será traicionado, arrestado y
crucificado, y se interna en el Huerto de Getsemaní, al pie del Monte de los Olivos, para orar al Creador pidiendo clemencia”.
Cristo de la Columna. Es la más tradicional de las tres representaciones de la flagelación. Se trata de “un Cristo de correctas proporciones académicas absorto en sus pensamientos, atado a una sencilla y pequeña columna” en talla de madera policromada de finales del siglo XVIII.
El origen del Cristo de la Columna radica en dos reliquias similares donde se apoyó Jesús durante su flagelación; una corresponde a la iglesia del Santo Sepulcro de Jerusalén y, la otra, también originaria de Tierra Santa, pero que actualmente se encuentra en la Iglesia de Santa Práxedes de Roma.
Es uno de los episodios más representados del Vía Crucis que tiene lugar luego de la interrogación de Pilatos, quien lo mandó golpear con un látigo de cuero que tenía pedazos de plomo.
Cristo de la Paciencia. Aparece desnudo, coronado de espinas, con grilletes en los pies y soga al cuello. Está sentado sobre una roca del Gólgota sosteniendo su cabeza con la mano derecha como si estuviera expresando
una “dulce resignación que contrasta con las escalofriantes heridas de la flagelación que le recorren todo el cuerpo”.
Esta iconografía fue traída por misioneros de origen alemán y tuvo gran aceptación en las Misiones Jesuíticas del Paraguay. “Luego de ser azotado, golpeado y de haber sido obligado a llevar su propia cruz, Jesús, agotado y desilusionado de los hombres” se sienta a la espera de su crucifixión.
Cristo Crucificado. Esta es la representación más conocida y extendida de Nuestro Señor Jesucristo. Se lo tiene en cada hogar católico y se transmite en las familias de generación a generación. Jesús clavado en la cruz lleva la corona de espinas y en la parte superior la inscripción INRI, que significa Iesus Nazarenus Rex Iudeorum (Jesús el Nazareno Rey de los Judíos).
El tradicional color verde con el que está pintada la mayoría de las cruces hace alusión al árbol de la vida y es una forma de asociar la cruz con la renovación, con la esperanza, pese a los tiempos más difíciles de la vida.
En muchas imágenes se colocan en la peana el jarro con vinagre, la lanza, la escalera y el martillo, aunque existe una infinidad de representaciones de distintas épocas.
“La crucifixión era la pena capital que los romanos aplicaban a los que ellos consideraban de la peor especie: los esclavos, los traidores al emperador y los que se rebelaban contra su autoridad. Sin nadie que lo defendiera, Jesús fue sentenciado a morir clavado en la cruz. En su agonía pidió agua y le dieron vinagre y, más tarde, le abrieron el costado con una lanza para asegurarse de que había muerto”, describe el escrito de la pieza que se conserva en el Museo de Arte Sacro.
En brazos de la Virgen
La Piedad. Esta imagen muestra a la Virgen María con Jesucristo –aunque una imagen empequeñecida– en su regazo. Está sentada en un sillón colonial en la expresión de majestad utilizada en la Roma Imperial y retomada luego por el arte cristiano, dice Luis Lataza. Al explicar el origen e historia de la representación, menciona que “aunque el episodio no está expresamente mencionado en los Evangelios, la lamentación sobre el Cristo muerto es una iconografía de larga data en la tradición cristiana”. Se le llama Piedad al grupo formado por la Virgen que sostiene al hijo muerto en brazos.
La representación de La Piedad se puede apreciar en diversas formas. Cuando la escena tiene más personajes se denomina “Lamentación” y cuando solamente está Jesús es un “Cristo yacente”.
Cristo Resucitado. Muestra a un Cristo triunfante, con la bondad expresada en el rostro y bendiciendo a la humanidad. “De los tormentos de su crucifixión solo quedan los estigmas. Los pliegues de su manto forman una simbólica aureola de santidad, una típica representación para expresar el triunfo, utilizada por los romanos” en la antigüedad.
De acuerdo con el origen y la historia de esta iconografía, “los textos bíblicos registran varias apariciones de Jesús posteriores a su muerte y resurrección, pero del momento mismo en que revive no hay descripciones. Los Evangelios solo cuentan que encontraron el sepulcro abierto y que un ángel les dijo que Jesús había resucitado. La figura de Cristo saliendo triunfante del sepulcro fue imaginada por los artistas del renacimiento italiano”, refiere la explicación de Luis Lataza.
Jesús, Salvador del Mundo. Con una belleza única de cabellos ondulados y cuerpo rellenadito se representa parado al niño Jesús con el mundo en sus manos. Su figura deriva del Jesús Resucitado, pues está de pie bendiciendo con la mano derecha, mientras que en la mano izquierda carga el Orbe. La imagen del Cristo Niño era común en las casas y alojadas en pequeños retablos domésticos o nichos para el culto familiar.
Imágenes representativas
La restauradora Estela Rodríguez Cubero sostiene que “todas las imágenes del Museo de Arte Sacro son representativas y muy importantes por cuanto marcan la época en la que fueron hechas y también el sentido en que se hicieron; para una iglesia o para el culto hogareño”.
La experta, quien tuvo a su cargo la restauración de casi todas las tallas expuestas en el museo distingue piezas de origen franciscano, jesuítico y popular de la época. Aclara que la denominación genérica de barroco hispano-guaraní corresponde a Josefina Plá, aunque también podría decirse un “barroco paraguayo”, pues se trata de un arte colonial paraguayo o de las misiones, que comienza con los franciscanos.
Estos fueron los que vinieron primeramente y produjeron un arte muy importante haciendo las esculturas de acuerdo a su espíritu de pobreza, sensibilidad y sinceridad. Una pieza franciscana por excelencia es precisamente el Cristo de la Columna, de origen misionero, hecho por una persona que tenía poco conocimiento de la anatomía, pero que sí pudo captar el espíritu de la expresión más sublime, del Cristo humillado. Ellos eran personas comunes, no eran artistas.
Después aparecen los jesuitas y la diferencia precisamente está en que estos poseen amplios conocimientos, y sus tallas resultan con un mayor acabado, más detalles y más decoración. Los jesuitas respondían también estrictamente a toda una época en que las corrientes europeas llegaban en forma muy retrasada al Paraguay, pues estamos hablando de fines del siglo XVII y comienzos del XVIII (1700 en adelante), según refiere Estela Rodríguez Cubero en un artículo del año 2011.
Jesús de la Divina Misericordia
La más reciente representación de Cristo es Jesús de la Divina Misericordia, que fue pintada en 1934 por la monja polaca santa Faustina de Kowalska, también llamada como “Apóstol de la Misericordia”.
La Fiesta de la Divina Misericordia es el primer domingo que sigue a la Pascua y esta vez será el próximo 19 de abril.
Esta devoción tiene su origen en las conversaciones místicas que mantuvo la religiosa con Jesucristo, según cuenta en su diario, para lo cual recibió el apoyo de su confesor, el beato Michal Spocko, y por inspiración del mismo Cristo.
La expansión de la fe en la Divina Misericordia se difundió luego de la Segunda Guerra Mundial con los polacos y fue impulsada por San Juan Pablo II, quien proclamó la celebración para el primer domingo que sigue a la Pascua el 30 de abril del año 2000 en ocasión de la canonización de Santa Faustina.